¿Ingreso a la Universidad y el síndrome del recursado?

El Dr. Jorge Noro, docente de la Facultad Regional San Nicolás, es especialista en educación con una aquilatada experiencia en todos los niveles. En este artículo el Dr. Noro nos ofrece su mirada acerca del ingreso a las carreras de ingeniería y algunas dificultades relacionadas con la modalidad actual en la UTN.

El Dr. Jorge Noro integra el equipo de profesionales del Instituto de Capacitación FAGDUT, que llevará adelante una serie de talleres de “revisión de prácticas docentes”, que se implementará en el marco del Programa de Capacitacion Gratuita (PCG) de FAGDUT para el año que se inicia. La propuesta, aprobada en Partitarias Particulares, apunta a reflexionar junto a docentes del ingreso y de los primeros años de las carreras de ingeniería en nuestra UTN, el problema de la alta tasa de deserción en estas dos instancias.

El inicio del año académico y la organización de los INGRESOS o de los TALLERES DE INGRESO, con los diversos nombres que con variado eufemismo se trata de re-vestir la misma realidad de siempre, forman parte del escenario universitario en los primeros meses. Para los recién llegados al nivel superior, que se van acostumbrando a las novedades, exigencias y costumbres del nuevo sistema, el INGRESO representa un esfuerzo de adaptación y de aprendizaje. Es la puerta de entrada a la universidad: uno supone que ya ha presentado los papeles y que es cuestión de entrar, pero lo cierto es que hay custodios de la puerta que le imponen algunas condiciones, condiciones que hay que cumplir para que el ingreso sea efectivo. Cumplido ese trámite, cursado y aprobado el ingreso, el sujeto se vuelve un estudiante universitario.

El ingreso funciona como introducción, como puente y como filtro.  Es una introducción porque algunos conocimientos sirven para hacer conocer el escenario en el que funciona el sistema, las reglas del juego, la forma de trabajo. Y otros conocimientos son preparatorios del desarrollo más profundo y sistemático que se dará en la carrera misma. Es un puente porque el ingreso pone en contacto el sistema que se abandona con el sistema que se elige, la escuela secundaria obligatoria con la universidad que es una opción personal,  la modalidad de trabajo de la escuela anterior con las exigencias de los profesores del nivel superior. Y es un filtro porque de manera manifiesta o simulada hay siempre un sistema de selección que no pone en discusión el derecho de todos los interesados en ingresar a la universidad, pero primero le exige una serie de controles de competencias para determinar si está en condiciones para “jugar el partido”.  No siempre los estudiantes que se inscriben y presentan los papeles lo saben, pero rápidamente despiertan e ingresan en “la pelea”.

Lo que nadie les dice es que el INGRESO no asegura nada: ni la permanencia, ni el aprendizaje, ni la aprobación de las materias. Ni siquiera anticipa las prácticas efectivas que se dan en la universidad a partir del primer año, porque quienes dictan el ingreso suelen pertenecer a un estamento especialmente reclutado y preparados para ese menester. Entrar a la fiesta o al equipo es trabajoso, pero una vez adentro, nadie nos certifica que nos vamos a divertir o que formaremos parte del equipo titular. Puede suceder – y sucede más de la cuenta – que al poco tiempo abandonemos el lugar porque nos pareció aburrido, inadecuado, inseguro, injusto o lleno de dificultades. El ingreso, el mejor ingreso, con las mejores notas y mayor grado de cumplimiento no es garantía de nada.

Pero además, esos mismos estudiantes, cuando finalmente se sientan en el aula para el cursado de cada una de las materias o cátedras, en los teóricos y en los prácticos, se encuentran con otros alumnos que no formaron parte del ingreso, porque se trata de RE-CURSANTES, estudiantes que han decidido que para poder avanzar de manera eficaz en la universidad es oportuno hacer las materias en DOS AÑOS: en el primer año para conocer el territorio y probar, y el segundo año para aprobar. Nadie lo prescribe ni lo señala al indicar cuál es el plan de estudios y cuánto puede durar la carrera en años, pero es una moda, un recurso, una costumbre que circula por las aulas y las galerías de las facultades, y goza de buena salud.

No estaría mal que – de vez en cuando – los responsables de los ingresos, de las cátedras de los primeros años, las autoridades de los diversos departamentos, los egresados y los mismos estudiantes se sienten a debatir estos temas para que no se termine naturalizando lo que en realidad es una simple práctica que han consagrado el tiempo y las costumbres, pero que podrían ser sustituidas por otras alternativas mucho más eficaces y realmente planteadas para asegurar la igualdad de oportunidades para todos.

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